Las relaciones entre los gobiernos de México y Estados Unidos parecieran vivir en la esquizofrenia.
Mientras que un alto funcionario del gobierno de Biden, John Kerry, excandidato presidencial y su enviado especial para el medio ambiente, reconoce la “sabiduría en el liderazgo de AMLO”, el secretario de Estado, Antony Blinken, afirma que hay partes del territorio que son controladas por los narcos y señala que consideraría declarar como terroristas a las organizaciones criminales que operan en México.
¡Vaya!
Mientras tanto, el presidente López Obrador prácticamente insulta al Departamento de Estado y a su “departamentito”, que se encarga de hacer su Informe sobre Derechos Humanos, al que califica como “un bodrio”.
Y la vocera de la Casa Blanca, dice que el presidente de México miente.
Pero, en paralelo, resulta que, como nunca, parece haber un extraordinario interés de las empresas norteamericanas en invertir en México y también un enorme interés de la administración Biden en que el gobierno de AMLO siga apoyando en su estrategia en materia de migración.
Pero, también nos encontramos al presidente López Obrador defendiendo a su amigo, Donald Trump, del intento de ser procesado penalmente, y AMLO hace la analogía de su desafuero en 2005, refiriendo que en ambos casos lo que estuvo y está atrás es el intento de excluirlo de la boleta electoral.
Vaya cuadro.
Si se ve desde cierta óptica pareciera que las relaciones entre México y Estados Unidos se encuentran en el peor momento desde hace muchos años.
Si se observan desde otra perspectiva, como nunca los dos países se necesitan y tienen una de las mayores oportunidades de la historia para afianzar su relación comercial y de inversión.
El gran dilema que hay es si esta esquizofrenia que hay en la relación bilateral, sobre todo en materia política, no acabará por dañar la relación comercial y de inversión.
Hasta ahora pareciera que ambos ámbitos corren por avenidas diferentes.
El interés por invertir en México no se ha visto afectado por la pirotecnia verbal de las mañaneras.
Muchos asesores de los potenciales inversionistas aconsejan a los empresarios ignorar la mañaneras.
Lo curioso es que algunos integrantes del gabinete le han dicho lo mismo a los empresarios mexicanos: no vean las mañaneras, esas no son para ustedes.
Por lo menos le puedo asegurar que dos de los integrantes del gabinete es lo que les han afirmado a sus interlocutores.
La visión es que el presidente López Obrador usa sus conferencias matutinas para posicionar su imagen entre una gran base y hace esgrima política partidista. Pero, dicen algunos cercanos, que la realidad del gobierno es la que resulta de las decisiones que se toman y de las reuniones que el presidente sostiene en privado, por ejemplo, con los empresarios.
López Obrador sabe que la retórica nacionalista y antiyanqui es políticamente muy rentable. Pero también entiende que, si se le pasa la dosis y genera realmente una preocupación en las relaciones entre ambos gobiernos y ambos países, puede tener un costo demasiado alto, que políticamente le sea contraproducente.
Esa esquizofrenia en la relación bilateral nos debe advertir que no convirtamos las nubes en tormenta. Puede ser que la lluvia estalle o que no lo haga.
Pero tampoco podemos imaginarnos que tenemos un horizonte despejado cuando los problemas se acumulan por día.
Ojalá que haya la serenidad para que, de un lado y otro, no se nos descomponga esta relación estratégica para el país.
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