La simpatía de Andrés Manuel López Obrador con regímenes totalitarios le ha costado al país su prestigio internacional, alertan expertos, quienes advierten que no son necesarios esos “amigos”
En los 52 de sus 72 meses de gobierno, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ató la política exterior mexicana a la simpatía, la complicidad, la alianza, la hermandad o el sigilo con los regímenes totalitarios de Cuba, Venezuela y Nicaragua, que representan a la izquierda radical de América Latina y el Caribe y son los focos de mayor tensión de la crisis democrática interamericana.
López Obrador entró ayer a los 20 meses finales de su sexenio como protagonista de una controversial proyección externa de México que privilegió el silencio frente a las violaciones a los derechos humanos en sus socios izquierdistas de Cuba, Venezuela y Nicaragua, y priorizó la solidaridad incondicional con La Habana y Caracas, y la abstención con Managua.
En esos países, México alegó ceñirse con rigor al principio de no intervención en asuntos internos de otros Estados.
En una carta que envió el 1 de diciembre de 2022 al presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, para pedir la libertad de la entonces presa política nicaragüense Dora María Téllez, López Obrador deslizó una frase que mostró su temor de causar el enfado del régimen de Managua y su deseo de evitar romper la baraja de la izquierda radical de América Latina y el Caribe con Cuba, Venezuela y Bolivia.
“También le expreso que en ningún momento nos prestaríamos a ser usados en campaña contra Nicaragua y su gobierno, alentada por intereses ajenos a los de nuestros pueblos”, aclaró López Obrador a Ortega, en una misiva en la que quedó registrado un intento fallido del gobierno mexicano por liberar a Téllez, encarcelada en ese momento en una cárcel de Managua y urgida de tratamiento médico.
Téllez, opositora a Ortega, quedó libre en febrero de este año junto a otros 221 prisioneros políticos nicaragüenses cuando el régimen de Nicaragua decidió expulsarlos del país, desterrarlos a Estados Unidos y despojarles de su nacionalidad. Luego de España, Chile, Colombia, Argentina, y Ecuador, México también debió salir a ofrecerles asilo o nacionalidad.
Pero la nota de diciembre pasado también sirvió a López Obrador para deslegitimar la “campaña” internacional en contra del régimen gobernante en Nicaragua, una gestión política, diplomática y humanitaria de los opositores nicaragüenses, Estados Unidos, la Organización de Estados Americanos (OEA) y la Unión Europea (UE) para tratar de obligar a Ortega a buscar una salida negociada a la crisis democrática de esa nación que estalló en 2018.
“La función de una política exterior es defender los intereses permanentes de un Estado en el exterior, como lo hizo históricamente la prestigiosa diplomacia profesional de México” antes de López Obrador, recordó el abogado, diplomático y consultor internacional boliviano Jaime Aparicio, exembajador de Bolivia en la OEA.
“López Obrador ha desvalorizado los principios y la calidad intelectual de su doctrina exterior, priorizando los aspectos ideológicos a los intereses de México, aliando a su gobierno y a su política exterior con los populismos autoritarios más descalificados de la región, como son Cuba, Bolivia, Nicaragua y Venezuela e interviniendo en los asuntos internos de otros Estados, como hizo con Perú”, declaró Aparicio a EL UNIVERSAL.
“Esas alianzas no les sirven a los mexicanos y, más allá de discursos y demagogia, no contribuyen a solucionar los problemas estructurales de la sociedad mexicana. México ha perdido su prestigio y su seriedad internacional”, planteó.
Incómoda abstención
Cuando la OEA aprobó en noviembre de 2021 calificar de ilegítimos los comicios de ese mes en los que Ortega se reeligió, México se negó a sumarse a la mayoría y se abstuvo.
“Ortega es indefendible hasta bajo los parámetros de López Obrador. Pero [el presidente mexicano] no cree que deba hacer más que guardar silencio”, aseguró el abogado nicaragüense Eliseo Núñez, exdiputado opositor, asilado en Costa Rica y uno de los 94 nicaragüenses despojados por Ortega de su nacionalidad en febrero de este año al acusarlos de ser traidores a la patria.
“Dirigentes como López Obrador tienen todavía la corta visión de que ser de izquierda en América Latina es simplemente ser antiestadounidense. Peor aún: creen que el antiimperialismo es una patente de corso con la que pueden reprimir estos regímenes a sus pueblos en nombre de defender autodeterminación y soberanía”, dijo Núñez a este periódico.
López Obrador se plegó al coro de Nicaragua, Venezuela y Cuba contra la OEA. En repudio al organismo continental, Ortega decidió sacar a Nicaragua de la OEA y fustigó al foro como intervencionista.
Con el mismo alegato, el también cuestionado presidente venezolano, Nicolás Maduro, concretó en 2019 el retiro de Venezuela de la OEA. El 23 de marzo anterior, en su conferencia de prensa matutina, López Obrador también condenó a la OEA al aducir que depende de los dictados de la Casa Blanca.
“La OEA es la misma, dependiendo del ‘departamentito’ del Departamento de Estado, ayudando en toda su politiquería que aplican en países de América Latina, el Caribe y de otras partes del mundo”, reprochó el gobernante en un momento de tensión con Washington por un informe de Estados Unidos que denunció severas y profundas violaciones a los derechos humanos en México. “Ojalá cambie la política de Estados Unidos porque es obsoleta”, recalcó.
En ese contexto, y en otro cuestionamiento al embargo económico que Estados Unidos impuso en 1962 a Cuba, el Presidente proclamó: “Vamos a estar siempre con Cuba, nuestra hermana, y su resistencia al bloqueo por 60 años la convierte en patrimonio de la humanidad”.
En medio del repudio de opositores mexicanos, a la ceremonia del 1 de diciembre de 2018 en la que López Obrador asumió la presidencia de México acudieron dos de los tres mandatarios que, hasta ese momento, eran los más cuestionados de América por representar a sistemas políticos acusados de antidemocráticos: el cubano Miguel Díaz-Canel y Nicolás Maduro.
En enero de 2019, México rechazó plegarse a una mayoría de gobiernos americanos, europeos y asiáticos que desconoció a Maduro como presidente al aducir que se reeligió en elecciones ilegítimas en mayo de 2018 para un segundo sexenio consecutivo de 2019 a 2025.
“México no tiene necesidad de esos amigos”, afirmó el abogado, politólogo y analista costarricense Constantino Urcuyo, director académico del (no estatal) Centro de Investigación y Adiestramiento Político Administrativo, de Costa Rica, y catedrático universitario.
“México tiene una autonomía propia como el gran país que es, que no tiene necesidad de alianzas, sino que puede hablar con su propia voz y no necesita de alianzas de ningún tipo con gobiernos que están muy ampliamente enfrentados a los valores democráticos. No tiene necesidad de ese tipo de aliados para que su voz se escuche”, aseveró Urcuyo a este diario.
“¿Golpea [esa política] la imagen de México? No. Golpea la imagen de su gobierno y la imagen de López Obrador. México es un país que tiene una imagen positiva desde mucho tiempo atrás en el continente y no necesita erosionar esa imagen con ese tipo de amistades, de malas juntas”, agregó.
Al aclarar que, más que perder credibilidad, el efecto de la política exterior mexicana abrió dudas, mencionó que significó que “los países democráticos del continente se pregunten: ‘¿Pero por qué México anda con esos amigos que tienen una mala reputación internacional?’. Venezuela sigue siendo un régimen autocrático. México no necesita de esas amistades”, alegó.
“México tiene la admiración y el cariño de los otros países latinoamericanos y lo que hace realmente es erosionar su imagen con estas alianzas con este tipo de personajes”, advirtió.
¿Intervenir?
México pareció distanciarse del precepto de no injerencia en asuntos de otros países en conflictos como el de Perú, luego de que el entonces presidente peruano, Pedro Castillo, aliado de López Obrador y autodenominado como izquierdista, fracasó el 7 de diciembre de 2022 en ejecutar un golpe de Estado y fue destituido por el Congreso de ese país y encarcelado por presunta corrupción.
López Obrador siguió reconociéndolo como presidente y, en asocio con Bolivia, Argentina y Colombia, se negó a aceptar a Dina Boluarte, vicepresidenta con Castillo, como mandataria designada por el Congreso como sucesora constitucional.
En un cruce de ataques verbales, Boluarte acusó repetidamente al gobierno mexicano de inmiscuirse en los asuntos internos peruanos y López Obrador replicó que Castillo fue víctima de los intereses políticos de las minorías de Perú que lo arrinconaron desde el inicio de su gestión, en julio de 2021.
“El apoyo de López Obrador a Castillo no tiene ningún asidero lógico ante hechos objetivos: Castillo trató de romper el orden institucional en Perú y, aun así, López Obrador termina apoyando a Castillo”, destacó el abogado y politólogo peruano Josef Zielinski, profesor de Ciencias Políticas de la (no estatal) Universidad de Lima.
“López Obrador se ha terminado aliando con lo peor de América Latina. Hay que tomar en cuenta el autoritarismo y las autocracias que se están instalando en estos países”, subrayó Zielinski a este diario.
“No sé como le pueda servir a México aliarse con todos esos países como Cuba, Venezuela, Nicaragua. Si voy a buscar aliados, voy a buscar a los que me ayuden a crecer y no los que me terminen mandando a un hoyo. No olvidemos que México es la segunda economía de la región [después de Brasil]”, insistió.
Pese a los niveles de popularidad de López Obrador, “esa política exterior mexicana a los mexicanos les debería de dar vergüenza”, sugirió.
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