Esta semana, el Sínodo sobre una «iglesia sinodal» (del 4 al 30 de octubre) destaca el poder del silencio y la oración, fomentando un discernimiento reflexivo
El Sínodo «no es un parlamento», ni la Iglesia «una aduana». Esta es la premisa del Papa Francisco. Silencio y oración son el método de trabajo del Sínodo, que el jueves marcó el primer día de trabajos en los círculos menores. Todo precedido por un retiro espiritual celebrado del 1 al 4 de octubre para los delegados en la localidad de Sacrofano (33 km a las afueras de Roma).
Treinta y cinco grupos comenzaron a aplicar ese discernimiento basado principalmente en la escucha mutua, pedido por el Santo Padre el miércoles por la mañana en la apertura de la Asamblea sinodal. «Una conversación con el Espíritu», «ayuno de la opinión pública», confidencialidad para facilitar la escucha, que incluye momentos de oración de cada grupo, y lejos de «palabras vacías, palabras mundanas y chismorreos», parafraseando la disposición del Papa Francisco.
El Santo Padre se sentó como uno más en las mesas circulares del Aula Pablo VI desde el miércoles por la tarde, participó en las congregaciones generales del viernes 6 de octubre (mañana y tarde), y lo seguirá haciendo hasta el final del mes con algunas pausas debido a su agenda papal.
Temas y metodología
Este método sinodal, con mesas redondas de 11 personas, tiene como objetivo fomentar el diálogo, con argumentos programados y expertos listos para consultas y para acompañar los argumentos. El reglamento establece que se redacte un informe que condense los puntos de la discusión. Los círculos menores votarán, buscando una mayoría absoluta, mientras que el informe final necesitaría de un consenso de dos tercios de la asamblea en pleno.
El jueves 5 de octubre, en un encuentro con la prensa, el prefecto del Dicasterio para la Comunicación (una especie de «Ministerio de Comunicación»), Paolo Ruffini, destacó una de las «columnas vertebrales» que caracterizarán esta asamblea sinodal: la importancia del silencio y el discernimiento. «Es una noticia que una institución tan grande como el Sínodo se detenga a reflexionar», explicó Ruffini, retomando la intervención del miércoles por la tarde del Papa Francisco. Una metodología que, como reiteró el Pontífice en diversas ocasiones, se distancia de la «enfermedad más común en la Iglesia», que es el chismorreo. También advirtió que «si permitimos que el Espíritu nos cure de esta enfermedad, el camino será bueno”.
A continuación, una síntesis de los temas tratados en los círculos menores del viernes 6 de octubre, según Ruffini: Formación de los fieles, la caída en las vocaciones en los seminarios, la celebración de la eucaristía, el papel de los laicos, en especial de las mujeres, la importancia de los pobres como opción preferencial de la Iglesia, y ser ella misma pobre, y la ayuda a los migrantes. El riesgo de acumular poder, la superación del clericalismo, la paternidad/maternidad de los pastores, pensar y dar respuestas a las víctimas de los abusos en la Iglesia, la presencia de la Iglesia en el mundo digital y la atención a las víctimas en las guerras, con una mención al dolor del pueblo de Ucrania.
«Una Iglesia abierta a todos, a todos»
Para la 16ª Asamblea, el Santo Padre llamó a venir al Vaticano a 364 participantes con derecho a voto, entre ellos 54 mujeres. Los obispos son mayoría, representan el 75 % de la asamblea. En la primera congregación general, el cardenal Mario Grech, Secretario General del Sínodo, mencionó la novedosa participación plena de laicos, religiosas, religiosos, diáconos y sacerdotes en el Sínodo. Los no obispos son: 70. El purpurado maltés destacó que la Iglesia está llamada a «ser un signo del amor de Dios para toda la humanidad herida». Y enfatizó: «Pedimos al Espíritu que las diferencias y la diversidad armoniosa estén al servicio de la unidad de la asamblea, para que sea signo e instrumento del servicio que está llamada a brindar a la Iglesia y al mundo. Nadie está presente a título personal; debemos continuar escuchando».
En la primera congregación, el cardenal Jean-Claude Hollerich, arzobispo de Luxemburgo, relator general del Sínodo, presentó su informe en el que habló de la disposición del aula. «No hay protagonistas en el Sínodo excepto el Espíritu Santo, que hace presente a Jesucristo». «Una Iglesia abierta a todos, a todos», declaró el Papa en la homilía de la Misa de apertura del miércoles. Nuevamente se menciona a una Iglesia como «Pueblo de Dios que camina en la historia» con grupos que van a diferentes velocidades.
Criticas al Sínodo
Algunos cardenales han expresado críticas al Sínodo convocado por el Papa Francisco. En una entrevista a un canal de televisión en Estados Unidos, el cardenal alemán Gerhard Müller desafió la solicitud de confidencialidad sobre las deliberaciones y criticó a su sucesor, el cardenal Víctor Manuel Fernández, por hablar sobre el «magisterio» del Papa. El cardenal Raymond Burke, en una conferencia previa al Sínodo, negó que los dubia presentados fueran un ataque al Papa Francisco, expresando preocupación por la falta de claridad en el término sinodalidad. Además, En una carta de esta semana, el cardenal Joseph Zen de Hong Kong criticó la metodología y la posible falta de diálogo abierto en el Sínodo, destacando que comenzar con círculos menores puede evitar discusiones cruciales.
Cabe mencionar que en la homilía de apertura del Sínodo, el Papa exhortó a los participantes a enfocarse en «la mirada de Jesús» para no «caer en algunas tentaciones peligrosas: la de ser una Iglesia rígida –una aduana–, que se acoraza contra el mundo y mira hacia el pasado; la de ser una Iglesia tibia, que se rinde ante las modas del mundo; la de ser una Iglesia cansada, replegada en sí misma».
El regalo del Papa
El Papa Francisco entregó a los miembros del Sínodo un nuevo texto firmado por él mismo, titulado Santos, no mundanos. Dios nos salva de la corrupción interior. El libro, publicado por la Librería Editrice Vaticana, consta de 80 páginas. El texto, que se entregó a los participantes en el Sínodo en italiano (en formato impreso), aborda la lucha interior de la fe cristiana contra la mundanidad espiritual. Destaca que esta lucha tiene un vencedor en Jesús, cuya victoria se manifiesta en la cruz, símbolo de un amor sin límites. El Papa subraya que la Iglesia debe permanecer cerca de la cruz de Cristo para encontrar fuerza, vitalidad y esperanza. Los textos recopilados abordan la preocupación de combatir la mundanidad espiritual y promueven la búsqueda constante de la santidad en la vida cotidiana.
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