Dos retratos infantiles firmados por el renombrado pintor mexicano Diego Rivera (1886-1957) y que evocan el complejo periodo posterior a la Revolución en su país están a la vista hasta el 5 de abril en la galería Schoelkopf de Nueva York después de pasar décadas en manos privadas.
Se trata de ‘Niño’ y ‘Niña sentada con rebozo’, ambos de 1929, que formaron parte de la exposición de 1931 que el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) dedicó al modernista mexicano y también se incluyeron en su gran retrospectiva en el Palacio de Bellas Artes de Ciudad de México, en 1949.
En los cuadros, Rivera atrae la atención hacia el gesto triste de los niños de ojos grandes y piel oscura que posan en entornos rústicos: el primero, sobre una sábana y con turbante rosa, se lleva la mano a la boca, y la segunda, sobre una alfombra, mira fijamente con las comisuras de los labios hacia abajo.
Según explicó la directora de la galería, Alana Ricca, las obras fueron adquiridas a principios de la década de 1930 por los galeristas Erhart Weyhe y Carl Zigrosser, que llevaban la prominente galería Weyhe de Nueva York, dado el “gran interés” que había en la época por el modernismo mexicano.
El experto en arte James Oles, autor del texto de la exposición en la Schoelkopf, señala que los niños son de familias obreras e indígenas y que “representan a los futuros beneficiarios de la Revolución” con una “solemnidad que quizás subraya la dificultad de la vida trabajadora en la que han nacido”.
“Para Rivera, estos niños vinculaban el pasado distante de México con su futuro proletario”, señala, recordando que el muralista realizó en total unos 70 cuadros de niños mexicanos, solos, en pares, con sus madres o con familiares ancianas, y que tuvieron “gran demanda” en el mercado.
También se pueden ver dos cuadros de un pintor menos conocido, Manuel Rodríguez Lozano, de temática similar: ‘Maternidad’, el que una mujer amamanta a su bebé, de 1927, y ‘El corrido’, en el que un grupo de personas cantan, de 1926, una de sus obras más complejas entre las pocas que se conocen.
El artista, que guardó distancias con Rivera en la vida y en el arte, y a quien se atribuye un estilo melancólico más que político, aborda en esa obra “temas clave posrevolucionarios” con referencias a la historia, antropología y cultura popular, de las que hace una “abstracción elegante y modernista”, comenta Oles.
Rodríguez Lozano (1896-1971), que no recibió formación académica artística, produjo menos de 40 obras -la mayoría en paradero desconocido- pero eso no impidió que cautivara al galerista Zigrosser, que visitó su estudio, compró varias y dejó escrito que estaban “entre las más interesantes de México”.
Para Ricca, el “redescubrimiento” de estos tesoros del modernismo mexicano se produce en el momento justo: “Ciertamente, muchos de los temas que trataban estos artistas tienen repercusión hoy, especialmente la feminidad, la maternidad o la comunidad, y los problemas sociales también son relevantes”.
“Decimos que (estas obras) han sido redescubiertas porque han estado con los descendientes de la familia compradora desde entonces”, señaló la directora de la Schoelkopf, quien agregó que “es la primera vez que el público puede ver” los dos cuadros de Rodríguez Lozano.
Los cuadros, desgranó, varían en precio desde unos 225 mil dólares hasta 1 millón de dólares.
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